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Grupo Ibérico de Anillamiento - León |
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El
El medio alpino y subalpino de los Picos de Europa se caracteriza por un relieve muy abrupto y altitudes por encima de los 1.700 msnm. Se pueden apreciar las huellas de antiguos glaciares que provocaron la formación de circos, crestas, valles glaciares y morrenas. Junto con la remodelación glaciar, la predominancia de roca caliza, sometida a lo largo de miles de años a la acción del agua, ha dado lugar a un paisaje accidentado y muy característico de este tipo de sistemas montañosos. Este proceso, conocido como karstificación, consiste en la disolución indirecta del carbonato cálcico presente en la caliza y provoca la aparición de formas de erosión muy peculiares, como los “jous” o las “llambrias”, además de una gran presencia de cuevas y simas, algunas de gran profundidad. Las grandes pendientes y la climatología extrema impiden la formación de suelos profundos y estables con lo que la presencia de suelo desnudo es muy característica. La mayoría del terreno está ocupado por afloramientos rocosos, paredes y canchales o pedreros y la nieve permanece durante gran parte del año en muchas zonas.
Estas características condicionan la ausencia de arbolado y que las formaciones vegetales más típicas sean los matorrales de alta montaña y los pastizales alpinos, además de otras comunidades de flora adaptadas a suelos muy desnudos o casi inexistentes. Los matorrales son de porte bajo como adaptación a la abundancia de viento y nieve. En cornisas y espolones de las zonas altas en las que no se acumula demasiada nieve, los matorrales están dominados por el enebro rastrero (Junniperus comunnis ssp alpina), acompañado por el torvisco (Daphne laureola var: cantabrica) y la gayuba de oso (Arctostaphylus uva-ursi). En los pedreros más estables se llegan a formar matorrales de aulaga de León (Genista legionensis) que se acompañan de la carrasquilla azul (Lithodora difusa) Las vegas y circos glaciares que acumulan una mayor cantidad de suelo fértil permiten el desarrollo de pastizales, formaciones de plantas herbáceas dominadas en gran parte por el cervuno (Nardus stricta) que han sido modeladas por la acción del diente de los herbívoros tanto silvestres como domésticos. En las gleras, cantiles y paredes se desarrolla una flora muy adaptada a los sustratos móviles y a la ausencia de suelo. Encontramos plantas endémicas como la Linaria filicaulis ssp filicaulis, en las gleras móviles, o la Saxifraga canaliculata en los cantiles En muchas zonas, la elevada presión ganadera favorece la formación de pastizales no naturales que suponen la existencia de otro tipo de comunidades vegetales y animales, más propias en altitudes inferiores.
La fauna que habita la zona alpina esta marcada por la necesidad de adaptación a unas condiciones de vida extremas, por lo que a pesar de no existir un gran número de especies, éstas son a menudo muy características y exclusivas de este medio. Así, encontramos especies de vertebrados estrictamente alpinos, como la lagartija serrana, el rebeco, el tritón alpino o la chova piquigualda, aunque los movimientos estacionales de algunas de estas especies en los meses más duros puede llevarlas a ocupar otras zonas más bajas en busca de recursos. Otras especies de vertebrados, como la lagartija roquera, el murciélago enano, la garduña, el pardillo común o el colirrojo tizón son más generalistas que han sabido adaptarse a este medio difícil, aunque sea solamente en los periodos del año más favorables. Entre los invertebrados destacan por su abundancia y variedad el grupo de los lepidopteros, algunos de ellos especies protegidas a nivel europeo como la Callimorpha quadripuctaria, la Maculinea nausithous o la Parnassius apollo. Los coleopteros también se ven representados en este medio con algunas especies de cerambicidos y crisomélidos.
En la zona alpina encontramos un clima típico de alta montaña, que hace notar la proximidad al mar por la abundancia de precipitaciones, básicamente en forma de nieve desde el otoño hasta bien entrada la primavera, y por las frecuentes nieblas estivales. En las partes más altas y umbrías, la nieve permanece durante gran parte del verano, acumulándose en los “neveros”, que constituyen una reserva hídrica en estas altitudes, en las que la rápida filtración de las precipitaciones condiciona una gran escasez de agua durante los meses más secos. En invierno, la presencia de nieve y hielo puede hacer imprescindible el uso de equipos especiales para alcanzar estas zonas (piolet, crampones, …). En verano, a pesar de alcanzarse temperaturas de más 30º C. durante las horas de mayor insolación, desciende a menudo de los 0ºC. durante la noche. Las nieblas y las tormentas repentinas son también factores a tener en cuenta cuando se pretende recorrer o permanecer en estas zonas.
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Grupo Ibérico de Anillamiento (GIA-LEÓN) grupoibericodeanillamiento@gmail.com |